Mierda, son las siete, tengo que ir a trabajar... Nuestros juegos de… «la última y lo dejo»

Las primeras publicaciones especializadas en videojuegos en España, como fue el caso de la mítica Micromanía, calificaban los juegos mediante tres criterios y una nota general que ponderaba los otros tres. Estos eran gráficos, jugabilidad y adicción. Pese a que los medios especializados evitan cada vez más utilizar criterios técnicos en las evaluaciones el que sí que ha pasado definitivamente a la historia es el término «adicción». Además de fomentar una imagen sesgada asociaba el estigma del consumido de drogas con el del jugador de videojuegos, como todos podréis deducir.

Pese a que siga sin tener sentido hablar de «adicción» cuando alguien tiene que hablar de una de las propiedades de tal o cual videojuego, y hacemos bien, es cierto que algo de esto también hay. ¿Quién no ha llegado tarde a un encuentro porque estaba en medio de una partida?; ¿Quién no ha hecho un walk of shame a las 4 de la mañana porque no era capaz de dejar de jugar a Diablo?; ¿A quién no le delatan esas ojeras y ojos vidriosos producto del polvo de ángel de las pantallas LCD?; ¿Quién,  nos preguntamos, no ha dicho alguna vez «venga, la última y lo dejo»?

En esta lista nos reunimos para comentaros algunas de nuestras adicciones. Esos juegos que mejor tenerlos lejos porque como uno se ponga es peor que comer pipas.

 

Alberto // @DonnieDarko01

Spelunky

Si los buenos juegos son «una serie de decisiones interesantes», como diría Sid Meyer, Spelunky es uno de los mejores juegos de los últimos 20 años. En su aparente sencillez se esconde un endiablado puzzle de decisiones (interesantes) que uno debe saber atajar con habilidad, paciencia e inteligencia. Derek Yu construyó una maquina infernal de pasarlo mal y fustigación que ríase uno de la Inquisición española. Que las partidas duren tan poco ayuda a que se piense eso de «una más y lo dejo», y sí, una más y dos y tres y treinta más. Spelunky se te mete muy adentro, para cuando uno quiere darse cuenta ya se ha traspasado la puerta de la drogaína. Spelunky demuestra que lo bonito también puede ser muy cruel, que lo bello también es injusto… y que a veces es mejor llevarse la escopeta que salvar al perro.

spelunky

 

Yago // @NonAbizenak

Mario + Rabbids: Kingdom Battle

Sí, lo sé. Sé lo que dije en su momento. Cuando se anunció Mario + Rabbids: Kingdom Battle en el E3 de 2017 lo ridiculicé. Ver a unos conejos disfrazados de los icónicos personajes del universo de Nintendo no era algo que me hiciera especial gracia. Incluso desde antes de que se anunciara, desde aquellas lejanas filtraciones que incluso mostraban imágenes todos veíamos este mezclote como algo antinatural. No te engañes, tú también, no viste venir lo que acabó siendo.

Porque sí, pese al tono burlesco, tras oír a Enrique hablar de él comencé a cambiar de opinión. No es que fuera un juego decente, no. Es un título excelente. No soy gran fan de los juegos de estrategia por turnos, pero Mario + Rabbids: Kingdom Battle tiene algo especial. Sí, bueno, ese algo podría ser Mario, aunque tiene algo más. La progresión es muy adecuada para los novatos en el género y la dificultad sube gradualmente hasta convertirse en un reto enorme con el que tendrás que aprender a explotar las mecánicas de cada uno de los personajes del equipo. Cuando uno se tiene que tragar sus palabras, lo hace. En este caso me toca a mí ya que, he de admitirlo, con este juego me he quedado más de una noche sin dormir y me ha dado algún que otro «problemilla» más

 

Xabi // @Wickedvania

 

Heroes of Might & Magic II: The Sucession Wars

Obviamente, todo se reduce a tener los Dragones Negros. En Heroes of Might & Magic 2, el juego de la ya extintísima (pero tremendamente prolífica) New World Computing de 1996, todo consistía en ser el más ¿inteligente? ¿valeroso? ¡ruín!, de tus amigos, con tal de poder pisarles más tarde el cuello con tu ejercito de Dragones Negros.

No puedo no sentir un cariño especial hacia HoM&M 2. Crecí con este juego, me unió a muchos amigos y, aunque sé que es el topicazo del siglo, creo honestamente que no sería el que soy hoy si no fuera por él. Veréis, me llamaron loco por hacer lo que hice el año pasado: viajé a Polonia yo solo para ir a un concierto en directo que homenajeaba a los cuatro primeros títulos de la franquicia. Difícilmente voy a tener experiencias más bonitas en muchos años. Por supuesto, dichas experiencias vinieron acompañadas de lagrimones como casas. Como comprenderéis, esto es más importante que lo que piense la gente.

22 años después, sigo sin poderle sacar fallos al (cariñosamente apodado) Heroes 2. Las partidas son absorbentes y los recién llegados entienden el flow del juego rápidamente. A pesar de que en su momento había unos problemas de balanceo terribles, la comunidad de fans ha moddeado el juego hasta convertirlo en una experiencia tremendamente pulida y justa para todos —bienvenidos de nuevo, jugadores hechiceros—. Demonios, puedes incluso jugarlo ya en móvil, ¿Vosotros sabéis lo que significa eso? Se acabaron para siempre los ratos muertos esperando el Metro. Para S-I-E-M-P-R-E.antihype_heroes_of_might_and_magic_2

José Ángel // @razablan

 

Football Manager

World of Warcraft me tuvo un mes de agosto leveando como un energúmeno, reduciendo mi vida a «game, eat, sleep, repeat», pero nada se compara en longevidad en el tiempo a Football Manager. Desde que se me regaló un ordenador a cambio de hacer como que era creyente durante mi comunión, profeso una enorme fe hacia ese excel futbolístico anual. A decir verdad, no tiene mucho que envidiar a un juego de rol en el cual te montas tu película en la cabeza y la imaginación hace que incluso en la ducha o antes de dormir le des un repaso a si necesitas un lateral izquierdo más o apuestas por el del filial.

No recuerdo si a día de hoy el juego sigue teniendo un apartado llamado «valoración de la adicción». Recuerdo que tras una partida en la cual logré llevar al Avilés desde tercera división asturiana a campeonar por Europa, dicho «viciómetro» rezaba algo así como «Deberías cambiarte los calzoncillos». Y es que el ganar títulos y ascender divisiones era algo muy sensual, pero el verdadero melme era conocer en que fechas «nacían» los  regen, jugadores inventados que sustituyen a los que se van retirando.

Saber en que día aparecían en la base de datos los regen de Etiopía, Zimbabue o Corea del Sur era la forma en la cual podías fichar al próximo Messi a precio de un alquiler en Madrid o Barcelona. Ese dulce momento en el cual tu filial contaba con un centenar de menores de edad de países del tercer mundo, ese instante en el cual te convertías en una especie de Amancio Ortega del balompié, era la recompensa a todas esas horas robadas al sueño, a los amigos y a la higiene más elemental.

 

Diego Rivera //@ocrivermusic

 

Diablo 3

Podría poner perfectamente aquí a Super Hexagon, al igual que lo puse el mes pasado, nadie podría decirme nada pero hay más de un juego que logra tenerme absorto. Haciendo como si el tiempo pasase alrededor de mi, que consiguió que un día comenzará a jugar a las 10am y a las 5pm me diera cuenta de que no había ni desayunado ni comido, un juego con el que me pongo alarmas antes de empezar porque ya somos viejos conocidos. Ese juego es Diablo 3.

Habrá gente que no entienda porque me dan esos lapsos temporales cuando me pongo a jugar a este título de Blizzard y otro que estén asintiendo con la cabeza mientras leen esto. El loot constante, esas piezas de armadura que no acaban de salir hasta que un día las encuentras y pegas un grito de júbilo, esas mazmorras procedulares que haces una detrás de otra para perseguir el único objetivo que tiene Diablo: ser el que más fuerte pega y el que más rápido las termina.

Pero la razón más fuerte que me hace volver a Diablo 3 y quedarme horas y horas es que es el único juego «de equiparse», que he jugado, con una mezcla cuasi perfecta entre la satisfacción de conseguir una pieza de armadura y la decepción de que no salga. Cuando juegas al citado World of Warcraft, si quieres equiparte, tienes que hacer mazmorras con un grupo de expertos y conseguir tokens para al final cambiarlos por esa preciada pieza de armadura. Es un camino con un principio y un final, tienes claro qué quieres o cómo conseguirlo. Pero Diablo es diferente.

En Diablo tu puedes terminar 100 mazmorras y no haber conseguido lo que quieres y, en otro momento, estar haciendo una misión, romper un jarrón y que salga lo que estabas buscando. Esa incertidumbre a la hora de equiparte -que al final es el objetivo del juego- es lo que hace que sigas y sigas y no pares de jugar y persigas una pieza concreta y cuando, ya lo has conseguido, te pones a equipar a otro personaje y después ves un set de alguien en internet que usa otras habilidades y, cuando te das cuenta, llevas 5 horas más de la cuenta y el reloj nunca para de contar.

diablo 3 antihype

Acerca de Alberto Murcia

Doctor en Humanidades por la Universidad Carlos III y tecnófilo. Dedico parte de mi tiempo a escribir sobre videojuegos en esta casa tan acogedora. También colaboro en El Estado Mental, Irispress, Zehngames, Deus Ex Machina y Anaitgames

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