Hay varios juegos que siempre surgen en una conversación cuando se quiere hablar del potencial expresivo, político o emocional de los videojuegos y que se dirigen a un público adulto. No son muchos: Spec Ops: The Line; This War of Mine; Papers Please; Gone Home o Among the Sleep son algunos de ellos. La lista crece cada mes un poco más y, por ejemplo, el reciente Tacoma (desde mi perspectiva más flojo que Gone Home) o Where the Water Tastes Like Wine vienen a presentar un contenido para la reflexión más maduro de lo que uno suele encontrar en los catálogos de Steam.
A esta lista de juegos políticos que han calado en el mainstream desde el indie hay que sumar Detention. El videojuego chino de Red Candle Games es imprescindible si uno está comprometido con la idea de que el videojuego es algo más (queda determinar que es ese “algo más…”) o que su potencial expresivo, emocional o cultural es igual (o mayor) que el de otras artes consolidadas. Detention es brutal, y me refiero más a su contenido que a su forma.
Mientras uno determina qué es real y qué no lo es mientras juega a Detention sí que podemos decir que este se ambienta en un instituto de Taiwán en los años 60, durante la época de represión conocida como Terror Blanco que comenzó en 1947. La ley marcial en Formosa duró hasta el 1987 y tiene el record de ser el periodo más largo de la historia en el que se ha mantenido vigente este tipo de medida extrema.
Después de que Japón se rindiese tras la II Guerra Mundial Taiwan pasa a ser parte de la administración de la Republica Popular de China. Los taiwaneses no habían sufrido la represión que sí que tuvieron que padecer los chinos y Taiwán estaba llena de prósperos negocios japoneses; de hecho muchísimos taiwaneses formaban parte de una clase adinerada por lo que se vio con recelo desde un primer momento que los chinos volviesen a administrar el lugar. Debido a numerosas corruptelas, que los chinos compraron compulsivamente los negocios japoneses y que la clase adinerada de Taiwan se vio acorralada, un incidente menor desencadenó una revuelta que casi acaba con la proclamación de independencia de la isla de Formosa. La intervención militar China y de su partido principal (el Kuomintang) acabó con la revuelta e impuso la ley marcial.
China estaba enfrascada por entonces en la Guerra Civil entre las tropas de Chen Kai-shek y los comunistas de Mao Zedong. La guerra acabaría ganándola el bando comunista, mientras tanto el Kuomintang echó la culpa a los infiltrados comunistas de la revuelta en Taiwán. La intervención en el conflicto de Formosa de los EE.UU logró que pese a seguir estando bajo la influencia de China tuviese una administración y desarrollo político diferente. Taiwán fue la isla capitalista dentro del mar rojo. La represión fue dirigida contra los comunistas, como podría esperarse.
Se estima que unas 140.000 personas pasaron por cárceles, torturas o detenciones durante esos 30 años. Más de 4.000 personas fueron ejecutadas y se cree que el número de desaparecidos es mayor.
Detention utiliza todas este contexto no solo como trasfondo sino como pieza clave de la narrativa: es una historia de horror que usa el recurso de lo onírico, lo extraño, lo ominoso y, sobre todo, el folklore tradicional de Corea para contarnos algo sobre este periodo de represión y caza al comunista.
Sea como fuere, la guerra fría sirvió de coartada para iniciar cualquier tipo de conflicto bélico en casi cualquier parte de Asia. El mundo había sufrido enormemente durante la II Guerra Mundial y en casi todos los países se daban conatos de conflicto derivados de las heridas aún abiertas. La Guerra de Corea; La Guerra Indo-Pakistaní; Birmania; Vietnam; Indochina; Indonesia… nombra un país de Asía y encontrarás muertos por ideas políticas. Muchos de estos conflictos fueron más un ajuste de cuentas mezclado con caza de brujas que imponer una visión totalizadora del mundo ya fuese comunista o capitalista.
Detention toma la forma de aventura point-and-click en el que vamos resolviendo puzles para tratar de entender qué es lo que está pasando en el instituto de Taiwán donde la protagonista principal está atrapada. Mientras se desenvuelve la madeja nos toparemos tanto con algún que otro horror sobrenatural del folklore Chino como con aquello que sucedió durante el Terror blanco. Es probable que el occidental pierda detalles sobre la trama (por ejemplo, muchos de los pictogramas chinos no se traducen) pero los elementos universales hace que trascienda lo específico. Detention es en su núcleo una historia tanto sobre la represión mental como sobre la política y esto es algo que entiende cualquiera.
Pese a que uno pueda encontrar similitudes con otros juegos de horror que juegan con diferentes planos de la existencia dentro de un mismo lugar (como Silent Hill) Detention tiene una personalidad propia que no necesita compararse para ser disfrutado, si es que se puede hablar de que Detention se disfruta en lugar de sufrirse, porque las consecuencias de comprometerse con la narrativa resultan devastadoras.
Los horrores que se manejan en el juego tienen que ver con cómo somos y lo que somos capaces de hacer bajo un clima adecuado y no tanto con pretender ser un equivalente point-and-click de un survival horror. Es más, si alguien busca una comparación con el mejor The Walking Dead de Telltale le va a salir mal, porque pese a que este sea un juego excelente, Detention no va sobre los tópicos del mundo del Apocalipsis, sino sobre la memoria reprimida y así como sobre nuestros fantasmas interiores y colectivos. China es una nación herida que ha reprimido muchos años su propio pasado y Detention pretende contar cómo ha guardado muchos esqueletos en el armario.
Los puzles se resuelven de manera lógica aunque la lógica a veces no sea evidente. Es decir, la historia es retorcida y uno tiene que pensar de esa manera para entender algunas de las cosas que tienes que hacer. En rara ocasión uno se va a quedar bloqueado porque los elementos son escasos y el juego da muchas ayudas. Detention no se plantea como un desafío sino como una narración que quiere contar algo sobre el sufrimiento y el sentimiento de culpa. El horror sobrenatural con el que de vez en cuando uno se topa va desapareciendo conforme el puzle de lo que sucedió se resuelve. Entonces uno prefiere que hubiese sido una historia de fantasmas porque los fantasmas son más piadosos que las personas.
El ser humano es una máquina de generar miseria tanto para uno mismo como para sus semejantes. Cuando la situación política es convulsa y el Estado está dispuesto a intervenir para hacer daño, el caldo de cultivo que se crea es ideal para lanzar acusaciones y saldar tus problemas caseros bajo la bandera que enarbolen los vencedores. Si en Salem eran las brujas las que servían para acabar con esa vecina que no quería tener sexo (o lo tenía con otro) los comunistas sirven de monstruo para atizar al que odias. Ese es el verdadero crisol del odio.
Lo interesante por terrible de las ideas políticas o religiosas como excusa para matar es que es indistinguible a simple vista si uno está contigo o contra ti. El trabajo de represión consiste en lograr que la policía se infiltre en la cabeza de la gente y sienta miedo incluso de pensar de manera diferente a la del resto. El libre pensamiento siempre es la primera víctima en estos casos. La autocensura y la represión inconsciente son la desmemoria de las naciones.
Ahora que ha llegado tanto a Switch como a Playstation sería un buen momento para que lo retoméis ahora si se os escapó en 2017. Detention no es una aventura exótica sobre Asia, como suele pasar bajo nuestros ojos de mirada orientalista con casi todo lo que viene de allá, sino un drama universal sobre los sistemas políticos (no necesariamente totalitarios) donde el pensamiento está limitado a una única visión del mundo. Pero también habla sobre lo imposible que resulta redimirse de ciertos actos que uno comete y de lo terrible y complejo que es compaginar las luchas sociales globales con los pequeños dramas cotidianos. Sobre cómo los sueños acaban en la taza del inodoro por un mal día.
Qué maravilla, aunque si es de miedo no sé yo si le podré dar