Yo y el Robot Vesta – Análisis

encabezado vesta antihypeFinal Boss debuta en el mundo de los videojuegos con un producto multiplataforma sobre una niña y un robot que deben resolver el enigma sobre qué ha sucedido en la base del planeta donde viven. Vesta sigue, en cierta medida, la tradición de Brothers: Tale of Two Sons (o incluso de La abadia del crimen) de juego de puzles en el que manejas a dos personajes diferentes con habilidades distintas. Como se puede esperar debes coordinar a ambos para resolver los problemas que se te presenten.

La pareja de niña contestona y Robot bonachón recuerda inevitablemente a los Big Daddys de Bioshock. Pero la comparación acaba ahí y creo que sería injusta: Bioshock tampoco tiene el patrimonio de parejas de compañeros niños y robots. El tono de estar en un lugar después de un desastre sí le acerca más al producto de Irrational Games.

Vesta se sitúa en esa franja de nivel medio que debería ser lo habitual cuando una industria está sana. Es decir, es un buen producto con sus luces y sus sombras, en este caso más luces que sombras. Pese a que no tiene nada de malo el que sea multiplataforma (mejor, claro) la versión de Switch se ve como la más adecuada para este tipo de juego independiente y pequeñito. Su estructura de “4 mundos” dividido en 10 niveles cada uno de ellos se disfrutan más con pausas y en consolas portátiles. De hecho, lo que más echaré de menos de haber terminado Vesta es echarme una partida en la cama antes de dormir.

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El aspecto estético está bien. Se intuye que los valores de producción no son elevadísimos, y Final Boss tiende a repetir elementos de tal forma que en ocasiones uno confunde en qué nivel se encuentra. El aspecto de puzles es divertido y al final es lo que tiene que funcionar. No es The Witness pero tampoco necesita serlo: apela a otro tipo de jugador que busca resolver los escollos que te proponen sin quedarse encallado. En un caso así apetece navegar y mejor no quedar a la deriva demasiado tiempo, no vaya a ser que uno se impaciente.

El guión que sostiene su cuerpo narrativo es sorprendentemente más denso de lo que uno puede esperar debido a la estética del juego. Pese a que el texto no acaba de redondear al final sí que la mayor parte del juego consigue mantenerse cohesionado gracias a la historia de misterio que envuelve a la niña Vesta. Algunas partes son bastante divertidas, otras disparatadas (en un buen sentido) e incluso hay un mundo detrás de lo que vemos en Vesta que apetece explorar. Todo esto sin alejarse demasiado de algunos lugares comunes de la ci-fi que, en el mejor de los casos, me recuerda el cine de Fantasmas de Marte de John Carpenter (muy en el fondo) y en el peor, a las malas adaptaciones de Asimov. Es una pena que no logre coronar la cima en la última cinemática desvirtuando un poco el conjunto. Pese a estos problemas la narrativa se mantiene sólida.

Perdón por el offtopic pero creo que viene a cuento, al menos en cierta medida: estoy muy harto, hartísimo, de que cualquier cosa, en especial en lo cultural, deba generar una fuerte polarización. O bien es lo mejor que el universo ha visto parir o bien es una basura que no merece ser mirada. Entiendo que esto sucede porque no hay otra manera de captar la atención si no es mediante la hipérbole; como si la calidad de un producto fuese directamente proporcional a los likes, dislikes o número de ventas. Pero cada producto está obligado a hacer ruido porque de lo contrario quedará perdida en la miríada de productos que cada día llegan al mercado.

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Pero es que hay productos que no son ni una cosa ni la otra. Y, como sugiero, esos productos están condenados al ostracismo porque ni van a producir odio (que ahora se desee ser odiado es de traca…) ni van a levantar un 80 en metacritic (esa es otra: un color amarillo de metacritic es peor que ser paseado con un San Benito). En algún momento el término mediocre pasó a ser malísimo porque escapa a la atención, y lo que importa aquí es llamarla.

Vesta se va a colocar en esos juegos que no van a recibir la atención merecida. Además, es un producto español que sale a la vez que There are Billions y Red Strings Club, los cuales han conseguido situarse muy bien entre la opinión pública. Dicho esto, aunque Vesta también tiene sus sombras, para ser  el primer juego de una desarrolladora independiente el resultado es favorable. Es cierto que decir “es el primero” suena a disculpa cuando nadie la ha pedido pero los primeros juegos siempre son los más complicados para que queden redondos (existen excepciones de lo contrario pero son las menos). Gods Will Watching de Deconstructeam fue un torrente de buenas ideas que el propio sistema de juego hacía difícil de practicar, sin embargo (y en parte debido a) escuchar las críticas enderezaron su increíble Red Strings Club. En fin, Vesta merece la pena y pese a no ser un resultado excelente mantiene un nivel alto entre lo independiente del país.

Existen dos problemas en Vesta que sí son relevantes. Resulta irónico que Final Boss da un final boss terrible. Que siempre sea el mismo final boss (se llama así, la casualidad…) durante los cuatro mundos corresponde bien con la narración de Vesta, sin embargo, visto desde fuera da sensación de pereza en desarrollo en lugar de broma interna. Además, las peleas contra este boss se sostienen sobre un esqueleto frágil: son poco estratégicas y resultan molestas. Sin duda lo peor del juego.

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El otro problema es el de los puntos de guardado. A veces sale a cuenta suicidarse a tratar de resolver un puzle porque algunos se solucionan por su cuenta al morir. Cuando uno reaparece no lo hace tal y como salvó al pasar por ese checkpoint sino que el juego te ajusta a cómo debería haber estado. De esta forma sabes si te hacía falta algo que no tenías o te da precisamente con lo que no habías llegado. Un asunto menor que, imagino, estarán por arreglar.

Vesta tiene un público potencial entre la gente no demasiado jugona (el tono y la estética casual ayudan) pero también me da la sensación de que es un producto que encaja mejor entre gente joven, incluso un público infantil. Cuidado: como ahora los videojuegos son “cultura” parece que esto los descalifica tanto para la infancia como para la adolescencia. Hacer productos que funcionen para los niños es tremendamente difícil, mucho más que para contentar a adultos que piensan de sí mismos que son muy sofisticados. Un paseo por redes sociales daría la razón a esto que dije sin demasiado esfuerzo.

El tono de Vesta se aleja de “infantil” en el sentido “infantil es tratar de imbécil a los niños”. Es una voz que no se identifica con esa narrativa de los vendedores actuales de productos para los niños.

Es bastante complicado que alguien hiciese ahora un libro como Momo pensando en los niños como hizo Michael Ende, entre otras cosas porque ningún editor pensaría que eso iba a ser vendible. Vesta está en esa frontera de público y, desde luego, para jugarlo en Switch. Además, su esquema repetitivo puede ser más atrayente para un niño que para un adulto. 

Con todo Vesta merece la pena echarle un ojo, sobre todo si eres un padre o una madre que quiere ir metiendo a las siguientes generaciones en juegos de puzzles lógicos con toques de habilidad.

Acerca de Alberto Murcia

Doctor en Humanidades por la Universidad Carlos III y tecnófilo. Dedico parte de mi tiempo a escribir sobre videojuegos en esta casa tan acogedora. También colaboro en El Estado Mental, Irispress, Zehngames, Deus Ex Machina y Anaitgames

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