Nos nos gusta pero nos gusta Nuestros placeres culpables

Placeres culpables BannerEl concepto de placer culpable tiene algo mal. La vergüenza es una emoción moral que solo se activa cuando creemos que la sociedad nos está mirando. Siento vergüenza de que hacer X o Y porque he hecho algo que no debería según lo que sé del mundo en el que vivo. El placer culpable es esa contradicción entre que te guste algo y que los ojos de la sociedad te dicen que no debería gustarte. Ojo: esto no significa que «la sociedad» esté ahí realmente; se trata de esa interiorización que hacemos todos de los usos y costumbres del lugar donde vivimos.

Si, por ejemplo, soy una persona muy culta que se las da de ser el mejor conocedor del cine de Bergman parece que debería sentirme culpable por estar viendo Dos tontos muy tontos y, además, disfrutarla. No existe contradicción pero uno puede sentir (de manera equivocada) que existe. El catolicismo se inventó la confesión precisamente para que supiésemos de qué teníamos que arrepentirnos y sentirnos mal. No es una cuestión de conciencia (algo mucho más complejo), es un asunto de cómo la sociedad moldea a sus ciudadanos.

En fin, diremos que placeres de los que se supone que deberíamos sentir vergüenza tenemos todos. Así que, como psicoterapia colectiva, escribimos aquí sobre algunos de esos juegos que se supone que no deberían gustarnos por cómo somos pero que en realidad han sido un pozo de horas y de gustito.

 

Alberto Murcia // @donniedarko01

TheDivision

The Division roza el filofascismo, la pornografía por las armas, el totalitarimo excepcionalista de los EE.UU. y muchas más cosas que entran dentro del saco del nuevo orden mundial que estamos viviendo. Que lo haga un estudio francés (da igual cuál de sus sucursales) no ayuda a aliviar ese tufo de autoritarismo militarista. Además, The Division debería representar todo aquello que uno debería odiar de un videojuego: te hacen todo el rato la rosca para que creas que eres el rey del mambo y estás matando gente (miles) que lo está pasando mal solo porque no se someten a la la ley marcial. Como si eso fuese lo mejor del planeta.

Pues con toda tranquilidad puedo decir que le he dado más de 150 horas de mi vida. Fue sobre la 149 h. 50 m. que pensé que estaba perdiendo el tiempo. Me fascina lo bien que funciona su sistema de coberturas y el ambiente de esa reproducción (bastante ajustada a la realidad) de un Nueva York tras un ataque bioterrorista. Me da algo de pudor que me parezca tan bueno porque creo que es el único juego con el que me pasa. No creo (para nada además) que uno debiera avergonzarse de lo que le gusta pero si The Division es excepcional en ese sentido es por cómo choca frontalmente lo divertido que me parece con el bochornoso mensaje de fondo que se heredó (en mayor o menor medida) de la mente de Tom Clancy, un tipo que, precisamente, nunca fue un amante de la democracia. Tengo la vista puesta ya en la segunda parte.the division

Kitsune// @Kitttsune

League of legends

Culpo a mis amigas de la facultad por meterme en esta espiral de baneos, picks y ragequits que es League of Legends. En este MOBA maldito habré echado más de 1000 horas, especialmente en épocas de exámenes y entregas, sin reportarme mucho más que una muñeca dolorida y un cabreo de narices. No os dejéis engañar por su estética cada vez más pulida, el LoL es una trampa mortal con una de las comunidades más tóxicas y lloricas de los videojuegos. Y a pesar de toda esta bilis, cada poco acabo volviendo a instalarlo para «echarme una partidita» que acaban siendo tres.

League of Legends es adictivo y muy satisfactorio, ni siquiera con Dark Souls he conseguido replicar esta sensación triunfante de atrapar al AD Carry rival en el último momento con una ulti de Leona o matar a una oleada de minions con una única pasada del orbe de Ahri. Su componente táctico gracias a los objetos y la vista isométrica y un feedback instánteo a nivel sonoro y visual hacen que, para mi, resulte mucho más gratificante que Overwatch (con el que intenté quitarme el mono sin demasiado éxito). Hace poco volví a jugar porque echaba de menos a mis personajes favoritos y a las pocas horas el juego acabó desinstalado de nuevo, ahora mismo estoy a salvo. Aunque no por mucho tiempo.League-of-Legends

Yago// @NonAbizenak

jewel

Me resulta complicado hablar de placeres culpables. Sinceramente no tengo ninguno. No porque no me gusten los juegos «malos» (entiéndase malos como aquellos que te da un poco de vergüencilla admitir que te gusten) sino porque estoy bastante orgulloso de mis gustos. No es un secreto en mi círculo de amigos que una de las películas a las que más aprecio le tengo es la -maravillosa- trilogía de High School Musical. Llegados a este punto pensé en poner League of Legends, pero surgieron dos problemas: el primero es que llevo cinco años sin jugar y ya no me veo siquiera capaz de meterme en ese pozo. El segundo problema es que se me han adelantado. Dicho esto, al tema.

Allá por el principio de los 2000, cuando tenía entre 7 y 8 años, mis padres, cuando quedaban gente en un pub que había debajo de casa me llevaban con ellos. Claro, no me querían dejar solo en casa. En aquél entonces los padres no podían dejarle las tablets o los móviles a los chavales para que se entretuvieran y las recreativas hace tiempo que dejaron de estilarse en estos lugares, por lo que tenían que mantenerme entretenido con algo. El dueño del pub, un día puso una máquina. Una que no he tenido ocasión de ver muchas veces más. Esta máquina era esencialmente una arcade sin botones. Un ordenador metido en una marquesina con una pantalla táctil primitiva en la que podías echar unas partidas a diferentes juegos. Entre ellos Jewels.

Jewels es, para que nos entendamos, un Candy Crush primigenio. Un juego en el que tendrás que mover joyas de diferentes colores para juntar como mínimo tres y desaparezcan. Cuantas más joyas juntes, cuanto más rápido lo hagas, mejor puntuación tendrás. A día de hoy no juego mucho a este tipo de títulos, quizá alguna partida esporádica y por supuesto no he llegado a caer en las garras de los micro pagos. ¿O no? ¿No era exactamente eso el euro que metías para jugar una partidita más? Quien esté libre de pecado que tire la primera piedra.jewel

José Ángel // @razablan

Logo_Pokémon_Shuffle

La vida te va poniendo trampas y hay ocasiones en las que picas y caes con todo el equipo. Una de esas veces en las que no vi venir la tragedia fue durante mi cuarto año de carrera. Apuntarse al viaje de fin de curso puede parecer algo maravilloso: fiestas, alcohol y una semana en un destino paradisíaco. Sin embargo, el tema acabó con que apenas sacamos unos pocos cientos de euros por una denuncia del Ayuntamiento de Gijón y el boicot de varias asociaciones estudiantiles a causa de un cartel machista que se nos impuso desde una empresa de bebidas espirituosas. Con la moral por los suelos y varias amistades perdidas para siempre, no nos quedó otra que organizar algo más modesto que un todo pagado al Caribe y poner nuestras miras en Budapest y Praga.

Pensándolo bien, al menos iría con mi verdadero grupo de amigos, y el destino no es para nada malo. Pero todo se torció a causa de unos malditos 40º de fiebre el día antes de partir. Como única salida a esa depresión en la cual me quedé inmerso, no me quedó otra que acudir raudo al capitalismo y adquirir una New 3DS para sobrellevar el mal trago. Como no me sobró dinero, ni siquiera tuve el potencial económico para hacerme con un Pokémon y abrazar la nostalgia.

El siguiente paso en esa espiral de autodestrucción la encontré en la eShop, desde donde me bajé un sucedáneo que tenía más de Candy Crush que de RPG de capturar bichejos: Pokémon Shuffle. Recuerdo que se convirtió en mi pasatiempo nocturno a causa de que el WIFI no llegaba a mi cama y no podía hacer lo que los demás, ver vídeos de El Comidista en Youtube. Un juego con unas barreras tremendas que incitaban a pasar por caja; bajo una apariencia de «golomina» por los colores y las caras de los monstruitos, se escondía lo peor de los juegos de móvil. Ahora estoy rehabilitado, pero me sigue dando vergüenza contar aquello.Pokemon-Shuffle-Mobile

Diego Rivera // @ocrivermusic

HuniePop

Después de unos días pensando en que juego meter en esta sección hasta que me he acordado de este título. HuniePop es una visual novel muy sencilla, con apenas 20 líneas de diálogo por cada chica que queramos camelarnos y con la única dificultad de acordarnos de algún dato de la muchacha en cuestión. Uno de esos juegos para los que tienes preparado un alt+tab o un at+f4 por si entra alguien en la habitación, que no estas cómodo mientras juegas pero sigues jugando.

El gameplay no deja de ser un Jewels, tenemos que saber cual es el color afín de la otra persona para ir estallando esas burbujas y tener cuidado con las que nos quitan puntuación. Es un juego tonto donde tu recompensa por hacerlo es ver unas 4-6 imágenes de las chicas, cada una más subida de tono que la anterior. Un juego tonto en cuanto a jugarlo y en cuanto a las opciones y diálogo y la personalidad de los personajes, todo lleno de clichés hasta el extremo, pero la parte del Jewels estaba bastante bien lograda y era lo mejor del juego, aunque la mayoría dirá que lo mejor eran esas fotos, pero eran en, en su mayoría, bastante malillas.huniepop

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2 Comentarios

  1. He tardado en comentar porque desde el móvil me daba error y la pereza que me daba ponerme con el PC era indescriptible, pero en algún momento había que volver a encenderlo.
    El caso es que según vi lo de «placeres culpables» me entró un picorcito en el cerebro porque es un término que no me gusta nada y tenía el «explaining» vibrando en la punta de los dedos. Pero claro, tonto de mí, aquí no sois de esos y ya le metéis vosotros cera en la entrada. Gente de bien. No se puede ser tan desconfiado.

    Y respecto a vuestros juegos de la vergüenza, yo también caí en el agujero de Pokemon Shuffle pero por suerte, si juegas lo suficiente el mismo juego te termina echando si no apoquinas porque se vuelve imposible e infumable. Menos mal, ya de arruinarme la vida, mejor con otra cosa.

  2. Nos alegramos que vieses que andamos al tanto de la contradicción del término y de lo chungo que hay detrás si te lo tomas al pie de la letra.
    Nadie debería sentir vergüenza por algo que le gusta. habría más que hablar sobre coherencia entre lo que uno hace y lo que dice, pero incluso ni eso. «Placer culpable» funciona bien solo como algo muy intuitivo de entender sobre qué quieres decir, pero el fondo es peligroso.

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