AntiHype programa de radio y web sobre la actualidad del mundo d los videojuegos
A mis 34 años he pasado por casi todos los estados de nerdismo por los que un ciudadano del mundo occidental puede pasar. He jugado al rol, he construido maquetas, he hecho aeromodelismo…He visto Star Wars y Star Trek todas las veces que se le presuponen a uno que quisiera sacar el carnet de freak nivel 10. He crecido con los libros de Elige tu Propia Aventura y Terry Prachet. He leído el Silmarillion cuándo Peter Jackson aún estaba mendigando por Hollywood que alguien le dejara hacer el Señor de los Anillos.
Y he visto cuando tocaba Mallrats, Clerks…y todas estas pelis independientes que nos hicieron de reír cuándo quedábamos con 16 años a “ver algo”.
Y por supuesto, he jugado a, sino a todo, mucho de lo que Lucasarts nos propuso en aquella época dorada de las aventuras gráficas.
Y supongo que como muchos de los que estáis leyendo esto ahora mismo, nos hemos desquiciado buscando soluciones imposibles a los puzzles que Ron Gilbert y compañía nos planteaban. Hablando en el patio del colegio o esperando a que el nuevo número de MicroManía pusiera las soluciones de todos aquellos problemas que nos parecían imposibles de resolver. Y es que hay que recordad que no había internet. Joder… NO HABÍA INTERNET.
Cuando uno echa la vista atrás y recuerda aquellos gráficos impresionantes, historias maravillosas y puzzles loquísimos no puede evitar sentir nostalgia, sentir que más que Antihype, debería de estar haciendo El Retrovisor. Pero los recuerdos son esas ideas etéreas que corren por nuestro cerebro mostrando lo bueno y obviando lo malo.
Porque de las anteriores afirmaciones hay algunas, que si bien no son mentira, cuando menos, son algo imprecisas. Quizá lo único que se mantenga de todo aquello eran las historias. Porque todo lo demás, para mí, pese al pixel art revival, quedó un poco donde quedaron los piercings, la bomber y las Dr Marteens… en el trastero de mis padres.
Yo ya no estoy para ciertos trotes. No me da el cuerpo. No me da para quedar a comprar kalimocho a las 4 de la tarde en el supermercado e ir al parque. Y no me lo da para revisar los objetos de mi inventario, combinarlos de la forma más random y loca que se me ocurra para encontrar la solución. No puedo. Ya no. No me da para hablar con todo lo que esté a mí alrededor y jugar la prueba y error a ver si algo de lo que tengo aquí sirve o funciona.
Será cuestión de que el género de la aventura gráfica clásica ya no es para mí. Será que lo considero obsoleto. Será que soy yo, y no él.
Randal´s Monday es todo eso. Es volver a los 16 años. Es volver a combinar objetos. Es volver a beber kalimocho en el parque. Es volver a tener granos en la nariz mientras tu madre entra en la habitación a pasar la aspiradora al grito de “ya es hora”. Es una sucesión de guiños para ti que eres joven. Para ti que has sido y eres un nerdo de clase A+. Es una aventura gráfica old school. Un revival. Un homenaje. Un yo hago este juego porque quiero que mis primos pequeños que solo saben campear en el duty sepan como he crecido, cuales han sido mis influencias. Cuál es la crema de la buena.
Randal´s Monday tiene tantos elementos tan bien cuidados y tan bien estudiados que hasta la voz del protagonista es la de Jason Mewes, el actor que interpretaba a Jay. De una de las duplas cómicas más memorables del cine desde El Gordo y El Flaco. E impulsor de uno de los conceptos más gloriosos e hilarantes de la historia del cine: El timón holandés.
Randal´s Monday tiene todo lo que uno puede desear para poder disfrutar de una experiencia jugable que te atrape en el tiempo y te devuelva al CRT de tu habitación un sábado por la tarde después de terminar los deberes. Y el ser el primer juego del estudio NexusGames me hace presagiarles un gran futuro.
Y sin embargo soy incapaz de alabarles más allá de la buena ejecución de un producto que es correcto en su planteamiento y en su ejecución. Hace bien lo que se supone que debe hacer. Cuenta bien una historia por momentos divertida, plagada de guiños a nuestra adolescencia y con mecánicas jugables igual de sólidas que antaño, pero igual de locas que siempre. E igual de cansinas.
El juego es consciente de quién es y qué es lo que quiere contar y sobre todo a quién va dirigido. Son constantes las referencias de: revisa bien tu inventario. Si te atascas vuelve a los escenarios que ya has visitado. E incluso las frases de “si, sabemos que hay combinaciones muy locas, míratelo bien”. En este punto es de agradecer la acción de matar gatitos. Que es como han denominado a las pistas o guías que hay dentro del juego. Para todos aquellos jugadores que o no son tan machotes para hacerlo en Old School Mode. O simplemente les interesa la historia sin más.
Admito que el número de gatitos matados por mí es escandaloso. Hasta me han dado un logro. Pero sin ánimo de hacer spoilers ni presumir de manquismo, yo ya no estoy para esto, como dije antes. No estoy para usar pollos de goma como poleas. Por eso cuando las combinaciones que mi cerebro admitía como lógicas se habían agotado, mi odio sempiterno hacia los gatitos monos y bonitos hacía que le diera una y otra vez a la tecla de pistas. Acabando con todo. Y viendo que ni por asomo se me hubiera ocurrido combinar el objeto A con el B. Es imposible.
No obstante el juego es más que disfrutable. Se nota el mimo con el que todo está hecho. Tantos detalles tan bien cuidados. Un producto bien acabado. Un homenaje en toda regla a un género que pese a mi, no debe de caer nunca en el olvido.
Por eso, si vosotros si estáis aún en esa onda que yo dejé, si os apetece hacer un Back To de Future y volver a una aventura gráfica clásica, esta es una oportunidad perfecta. El juego es disfrutable y el juego es honesto, da exactamente lo que te promete que te va a dar. Se nota el mimo con el que todo está hecho. Tantos detalles tan bien cuidados. Un producto bien acabado. Un homenaje en toda regla. Y no os dejéis guiar por mi vinagrismo. El juego te va a dar un número considerable de lecturas, risas y rompecabezas, pero yo tengo hacia él el mismo problema que cuándo una chica te decía que no en la discoteca. No eres tú, soy yo.
