Mejor que mal acompañado Solo – Análisis

Solo cab

[Nota: el texto es extenso y nebuloso como el tema que trata Solo. Si quieres pasar de las pedanterías omite los párrafos en cursiva].

Se recoge en El Banquete de Platón unas palabras de Sócrates sobre cómo eran los seres humanos en el principio de los tiempos. Sócrates no se lo toma al pie de la letra, claro, sirve para ilustrar una idea que viene de Aristófanes. Dice Sócrates que en el mundo había hombres, mujeres y unas criaturas que formaban un círculo perfecto que no tenían un sexo definido llamados andróginos. En un momento dado estos seres fueron separados y vagaban por el mundo buscando a su otra parte. Si alguno tenía la suerte de encontrarse morían de hambre mientras permanecían abrazados porque la pena de sentir que nunca volverían a estar unidos les llevaba al desastre de renunciar a la existencia.

Aunque esto se suele interpretar de forma popular como si fuese algo relacionado con el amor y la búsqueda de la “media naranja”, ni trata sobre lo uno ni sobre lo otro. Ya llegaremos.

 

El tema principal de Solo es el amor, a nadie se le escapa. Es interesante porque no trata sobre conseguir el amor, o rescatar a un ser querido o de hacer las cosas por amor, elementos utilizados hasta la nausea tanto en este medio como en otros. Solo es sobre el amor. Aunque cabe un matiz: no es un tratado ontológico sobre qué es el amor, sino sobre qué es el amor para ti, jugador.

Team Gotham presenta Solo como un juego de “puzles introspectivo”. La descripción es bastante acertada: el juego trata de que vayas rumiando ciertas respuestas que has tenido que dar a unas preguntas concretas que se te han planteado mientras solucionas unos puzles. Lo interesante es que esas respuestas es que no afectan en absoluto el desarrollo del juego si no que apelan al jugador, su vida y su sensibilidad. Son preguntas sobre cómo entiendes el amor que te miran a ti y no a tu personaje.

En Solo sí que se puede decir de forma unívoca que manejas un avatar en lugar de un personaje: El juego te pide que seas honesto y reflexiones tanto sobre el amor como sobre lo que representa para ti en tu vida. Se apela al jugador y no se escuda con la construcción de un personaje que sienta tal o cual. El juego, como la Filosofía, habla sobre ti.

El juego se desarrolla en tres islas por las que avanzas activando unos tótems. Cada vez que lo haces este te lanza una pregunta sobre asuntos relacionados con cómo concibes el amor (¿Crees que dura para siempre?; ¿Se puede prohibir algo a la persona amada?; ¿Se puede amar a más de una persona a la vez?). No hay una respuesta correcta, claro. Está pensado para que uno reflexione sobre un asunto complejo sobre el que damos muchas cosas por sentado. Sin embargo, el giro que creo que es el responsable de que deje poso es un personaje no jugador que representa tu persona amada: cuando te cruzas con ese personaje suele afirmar sobre lo que has respondido ante el tótem. De esta manera se produce un giro que te obliga no solo pensar qué es para ti el amor sino a pensar que eso que piensas sobre el amor afecta a la persona amada. El amor es un pozo de dudas e, irónicamente dado el lugar donde se juega Solo, ninguna persona es una isla. En otras palabras, el amor, por definición, no puede ser una cosa de una sola persona, siempre afecta (al menos) a dos.

Solo antihypeRara es la boda por la Iglesia en la que no se lean estos dos pasajes: Las bodas de Caná donde Jesús transforma el agua en vino (su primer milagro oficial, tal y como le reconoce el Mesías a su madre allí presente con esa frase de “aún es pronto, mujer”) y la carta de San Pablo a los Corintios. En esta última se lee:

“Ya podría yo hablar las lenguas de los hombres y de los ángeles; si no tengo amor, no soy más que un metal que resuena o unos platillos que aturden.

Ya podría tener el don de la profecía y conocer todos los secretos y todo el saber, podría tener fe como para mover montañas; si no tengo amor, de nada me sirve”.

Sin embargo, este texto tampoco habla sobre el amor. Al menos no sobre el amor entre dos personas que es el que santifica el matrimonio es esa liturgia. Llegaremos más adelante.

Si de Solo eliminamos el elemento de “pregúntate qué es el amor para ti” queda un juego bonito de apariencia (bastante, la verdad), que funciona mas bien que mal,  cuyos puzles son de dificultad media-baja. Suelen ser puzles sobre mover cajas para acceder con tu avatar a lugares que están lejos de su alcance. Conforme avanzamos salen nuevos tipos de cajas (una con un ventilador que te impulsa, otra que se adhiere a las superficies…) que permiten introducir puzles diferentes. En general son bastante accesibles. Existen excepciones y algunos se atragantan, pero no va a ser lo habitual. Además muchos se pueden resolver de varias maneras, por lo que Solo gana en riqueza pese a lo determinado del género de puzles.

Entre archipiélagos hay una serie de puzles diferentes en los que utilizamos las cajas para crear sombras en el suelo. Aunque no sé si hubiese aguantado un juego solo con ese tipo de puzles, éstos me parece lo mejor de la parte mecánica de Solo. Simples, directos y muy resultones.

Si hablamos sobre cómo se integran las mecánicas con el mensaje de fondo sí que uno puede encontrar un problema. El tema central, el amor y la introspección, no casan en prácticamente nada con la parte más funcional del mismo (colocar cajas para ir avanzando). ¿Se puede entender de manera alegórica como un viaje de descubrimiento o que el amor es dificultoso? Sí, claro, pero se podía haber resuelto con otro tema y tampoco se hubiese notado la diferencia. Si funcionan los puzles es, como sugiero, porque su dificultad te permite pensar sobre otras cosas que tengan que ver con lo que te están proponiendo sobre el amor. El tema está pegado.

En otro orden de cosas, pienso que el juego les ha quedado un punto más melancólico de lo necesario. Tuve la oportunidad de hablar en persona sobre esto con parte del equipo de desarrollo y, en efecto, ellos anduvieron preocupados con el asunto de la banda sonora desde el primer momento. La intención era que esta fuese lo más neutra posible pero la música está tan codificada en cómo entendemos el mundo (los ritmos, las melodías, el tempo, etc. siempre significa algo) que pretender neutralidad en ese sentido es imposible. Por otra parte, tampoco podían imponer estados de ánimo cambiando la música porque mientras que para mí el amor no tiene nada de doloroso en el momento en que lo jugaba sí que lo puede tener para alguien que lo esté pasando mal en ese momento. Si hubieran subrayado con música más reconocible estados de ánimo hubiese resultado contraproducente. Aún con estas la música funciona más como melancólica que como introspectiva, que creo que hubiese sido el punto ideal, aunque resulta comprensible que sea dificil lograr que la música fuese adecuada y que dijese lo menos posible al jugador sobre lo que debe sentir.

Solo

La expresión “amor platónico” no tiene nada de amor ni de platónico. Debería llamarse mejor “amor del Romanticismo” porque es donde surge esta idea de que existe una persona perfecta pero a la que jamás podrá uno acceder de manera sensible. Por eso los personajes de Beckett, Larra o Goethe acababan pegándose un tiro por no verse correspondidos (Larra lo hizo de verdad aunque no por amor, creo recordar). La idea detrás de esto es enamorarse de la idea de esa persona (de lo que es por lo que representa) en lugar de atreverse a descubrir cómo es. Por eso no era de extrañar que la carta fuese el método de comunicación y la norma observar por la ventana cómo ella pasaba del brazo de su marido. Pero, ¿por qué ese tipo de amor en esa época? La culpa fue el revival de un medievalismo estilizado durante el siglo XIX. Ahora llegamos, ya queda poco.

Con todo esto, Solo es un juego recomendable pese a sus sombras y que, paradójicamente, lo mejor del juego es cuando no lo estás jugando. Por lo general esta frase sería una forma lapidaria de decir que “uno está mejor haciendo cualquier otra cosa que jugando a esto”, pero aquí no se aplica. Lo importante de Solo es que si te comprometes mínimamente con lo que te propone uno acaba llevándoselo cuando lo apagas. Aquello sobre lo que te debes preguntar acaba siendo una especie de terapia psicoanalítica en sus primeras sesiones: habla y piensa sobre tal cosa, reflexiona sobre ella y, sobre todo, comienza a verbalizar eso que tienes ahí reprimido. El juego se va contigo al menos durante un tiempo. Team Gotham está creciendo como estudio y si uno compara Solo con su primer trabajo The Guest, es incuestionable que el camino que están tomando es más adecuado. Solo es arriesgado aunque sus objetivos no sean tan arties como otro tipo de juegos independientes. Mejor riesgo que la tranquilidad de algo de fórmula.

Cabe decir que la duración es corta pero tiene bastantes mini-puzles para sacar logros que convendría no dejar pasar. No es una cuestión de alargar el juego artificialmente sino que algunos de los puzles más rebuscados están fuera del camino principal. Hay de dos tipos: crear puentes (metafóricos y materiales) para que dos criaturas se encuentren y regar las plantas conectando vías de agua. Además de esto el avatar cuenta con una guitarra que si aprendes a usar (hay partituras para este fin por el mapa) puede modificar el aspecto de las islas y así adaptarlas a tu humor. Ojo a este detalle porque mis prisas hicieron que lo perdiese y es bien interesante.

Volveré a Solo en el último párrafo por aquellas personas que leen solo el primero y el último. Por en medio me permito una larga digresión sobre el amor a cuento de Solo.

Solo AntihypeComo dije Solo no pretende ser un relato sobre la ontología del amor, es decir, qué es y cuáles son sus condiciones, sino sobre qué piensas tú del amor. Pero aquí está el problema: ¿de qué tipo de amor estamos hablando? No me refiero a cómo usas el amor (esto es parte de lo que consideras que es). En nuestro tiempo y cultura la palabra “amor” vale tanto para la persona de la que estas enamorada que para nombrar lo que sientes por tu madre, tu padre o alguien de tu familia. Pero sabemos que aunque compartan elementos no es lo mismo amar a tu madre que a tu pareja. Paremos el carro antes de que pase Freud.

Los griegos tenían palabras diferentes para hablar del amor. El amor, para entendernos, es al sexo lo que cocinar para el alimentarse: la cultura moldea la biología hasta incluso llevarlo a ser una forma de arte. Lo que diferencia a los seres humanos de otras especies es que somos capaces de inventarnos estas cosas sobre la capa de lo biológicamente determinado. Ojo, el amor como la forma cultural del sexo, no de la reproducción pues en naturaleza es muy habitual encontrar cópula entre animales del mismo sexo por lo que el fin del sexo no es la reproducción (en todo caso lo es porque el sexo causa la reproducción pero solo en ciertas circunstancias). Es ahora cuando estamos empezando a creer que algunos animales tienen sentimientos más complejos y pueden sentir algo parecido a emociones enculturadas como el amor (se dice de los gatos que activan mecanismos parecidos en su organismo pero está por ver). Una pequeña nota: no estoy hilando fino pues en realidad habría que decir que el sexo es la enculturación del apareamiento, pero seguidme el juego para entender qué quiero decir.

Los griegos tenían seis palabras para “amor”: Eros (el que asociamos al amor erótico, el que practican las parejas); Philia (la amistad, la fraternidad o camaradería pero también el like y el gusto por algo específico que uno “ama”); Ludus (el amor juvenil o el coqueteo); Ágape (el amor desinteresado por todas las personas, o sea la panfilia); Pragma (una forma de amor maduro solo desarrollada por las personas que llevan muchos años juntas); y Philautia (el amor que se tiene hacia uno mismo, lo que ahora diríamos autoestima).

Un famoso cristiano como Agustín de Hipona recogió algunos de estos términos y al amor eros lo llamó cupíditas y al Ágape se le llama caritas, pero es básicamente lo mismo: asumir que pese a que el amor tiene un tronco común basado en el cuidado y en no herir al objeto amado es diferente según de qué estemos hablando. En el caso de Solo estamos hablando solo de amor erótico. Aquí es donde retomo esos excursos que aparecieron en cursiva durante el texto.

El mito de la media naranja no tiene nada que ver con el amor erótico pese a que algunos románticos se empeñen. Uno puede creer que existe otra persona que le complementa pero el cuento de Sócrates no va de eso: es sobre la imposibilidad de volver a una hipotética unicidad. El mundo en el que vivimos, según Platón, es la copia del mundo ideal y por tanto imperfecto. Solo mediante mucho esfuerzo intelectual uno podría alcanzar a vislumbrar la verdadera forma de las cosas (algo que, todo sea dicho, se desvela solo ante el filósofo). Esta criatura andrógina perdió lo que le hacía único, ser una idea de ser. Pero, ¿por qué no puede hablar ese mito del amor erótico? Para Sócrates (un gran ligón de jovencitos, por otra parte) el amor erótico era una forma menor de amor comparada con la del amor hacia lo bueno, lo bello y la verdad, que solo se consigue mediante la Filosofía (es decir “amar el saber”; ¿recordáis lo de Philia?). Por eso el “amor platónico” no es ni amor ni platónico, es solo una forma popular de resignificar que ahí fuera existe una copia de la idea de lo bueno, lo bello y la verdad en una persona que te atrae. Popularización que trajo el romanticismo.

Solo AntihypeSan Pablo cuando escribe a los Corintios y les dice que “sin amor no es nada” tampoco se refiere a «sin una persona a la que amar», sino que que no es nada sin el amor de Dios; un amor ágape (caritas), desinteresado pánfilo y que te quiere seas como seas. El buen cristiano siempre aspira a amar a la humanidad y a todos sus seres incluso pese a sus defectos porque, perdonadme, no pretenden follarse a toda la humanidad o enamorarse de todas las personas, sino sentir el gozo de amar desinteresadamente; sentir que cualquiera siempre puede estar ahí para sacarte del pozo y, se entiende, que al amar a Dios Él va a estar el primero para ayudar. Si se lee este extracto en las bodas es porque en la Biblia no hay una sola palabra sobre este sacramento porque no lo fue hasta la Edad Media; por aquel entonces la Iglesia quiso poner orden en las bodas reales y les obligaron a pasar por un saneamiento generalizado. Una de las imposiciones es que hubiese al menos una cantidad determinada de pasos consanguíneos para que se pudieran casar (nada de hermanos o primos cercanos); esto acabó por extenderse a toda la población y se crea el sacramento del matrimonio que vino a  unirse al del bautismo, la comunión o la extremaunción. Como la Iglesia Católica es un tanto mojigata (no creo que esto le sorprenda a nadie) no utilizan el Cantar de los Cantares donde sí se habla del amor de follar, es decir del erótico.

Pero si hablamos de la Edad Media es en la corte de Leonor de Aquitania donde durante el siglo XII cuando aparece una forma de cultura del amor que sí podemos reconocer en torno al amor romántico. La culpa la tuvo su padre Guillermo X al que le gustaba rodearse de toda una cultura naciente de trovadores y pícaros. Se dice que a Guillermo X de Aquitania le gustaba tanto el juego del amor (y el Ars Amandi latino) que mandó construir un convento para que sirviera de prostíbulo donde las meretrices iban disfrazadas de monjes. Leonor tomó la parte de juego y la introdujo en su corte. Apareció eso que llamamos “amor cortés” que, pese a no ser un invento suyo, se le atribuye a Leonor. Es cierto que ella le dio buen uso hasta convertirlo tanto en tradición como en leyenda. Lo interesante del amor cortes es perseguir a las mujeres poderosas casadas y seducirlas tras pasar unas determinadas pruebas. Según de qué corte y de qué momento estemos hablando podemos encontrar de todo, pero lo que se mantiene es el hecho de que el amor erótico solo puede estar fuera del matrimonio (ahí solo queda el dolor o el amor pragma con suerte). Existe la idea clara de que uno se puede enamorar y puede enamorar al objeto amado, pero siempre bajo ciertas condiciones.

Cuando uno lee sobre el amor cortés y su transformación en el amor romántico del Romanticismo uno concluye que el amor es un constructo social. En cierta medida es cierto, nos comportamos de una manera que está dentro de unos límites culturales porque eso es lo que consideramos que es amar en términos eróticos (pero también en el resto de 5 formas del amor). El magnífico relato de Raymond Carver ¿De qué hablamos cuando hablamos de amor? plantea lo complicado que es acotar el amor dentro de una situación de pareja. En el relato una pareja joven ilusionada cena con otra que lleva tiempo juntos. De la pareja madura ella ha pasado por otra anterior en la que su marido le pegaba y, además, trató varias veces de suicidarse. En la discusión ella no niega que su maltratador le amase, lo cual choca a todos los asistentes y su actual pareja acaba por llevarlo bastante mal. Nadie diríamos que si alguien te maltrata te quiere pero no hace mucho que esa era una excusa para eximir a un maltratador (de hecho, lo sigue siendo en algunos casos). Sin embargo, también podemos asumir que el maltratador sentía amor erótico y a la vez no ser capaz de comportarse adecuadamente bajo las premisas culturales que lo definen. Sea como sea, se puede percibir que el amor tiene también un carácter prescriptivo y no solo descriptivo.Solo Antihype

En otras palabras, si el amor es un constructo no es porque no exista o porque nos lo hayamos inventado (todo lo humano es un invento humano) sino porque se ve afectado por la cultura en la que se desarrolla. Por eso es tan difícil asumir una única forma de conceptualizar la palabra amor. En ese sentido los griegos nos llevaban ventaja. Solo, el juego, tiene el problema de asumir que solo hay un tipo de amor pese a ser conscientes de que hay muchas maneras de entender el amor erótico. Pero hablando de parejas (o tríos o cuartetos o lo que sea) también hay que tener en cuenta el amor pragma, que solo lo adquieres cuando llevas mucho tiempo con la misma persona y comienzas a valorar otros aspectos de la existencia, los vínculos son fuertes y sí que percibes una sensación de complicidad imposible de notar en las relaciones breves (o, al menos, difícil que ocurra, aunque esto no es una ciencia, claro); o el amor que sientes por tus hijos o los amigos, tan potentes e importantes, incluso más importantes que el erótico para no acabar sintiéndose Solo.

Me gustaría decir que no creo que sea un problema del juego, ni siquiera de las palabras que dan forma al juego. Es un problema general que afecta a cómo la sociedad actual premia el amor erótico y la autoestima sobre el amor caritas o el pragma. Estos dos últimos son mucho más difíciles de capitalizar que el erótico, me da la sensación.

 

Si te llega Solo es porque de alguna manera removió tu conciencia. El uso que hace del amor, que no es algo que se consigue como premio después de superar pruebas, le diferencia y le distingue de casi cualquier otro juego: ahí está su verdadero valor, ya sea en su sentido de valiente como el de lo que le hace es digno de ser valorado.

 

Acerca de Alberto Murcia

Doctor en Humanidades por la Universidad Carlos III y tecnófilo. Dedico parte de mi tiempo a escribir sobre videojuegos en esta casa tan acogedora. También colaboro en El Estado Mental, Irispress, Zehngames, Deus Ex Machina y Anaitgames

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