Siga trascendiendo, venga, vamos... Soma: El cuerpo como jaula (Parte 2)

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Las dificultades de la mente inmaculada

Lo que resulta curioso de Raymond Kurztwell es que pese a no creer en la otra vida de las religiones (pretende criogenizarse cuando se le declare muerto para que si en un futuro se alcanza la Singularidad puedan devolverle a la vida) su planteamiento tiene más de promesa religiosa desde lo tecnológico que de realidad. Ojo, mucha gente cree que esto es probable, pero una creencia, a diferencia de una verdad es que la creencia puede o no ser verdadera. En este caso no sabemos si Kurtwell está en lo cierto, pero lo que sí es evidente es que su transhumanismo promete la vida eterna. ¿A alguien le recuerda la trama de Soma?

No voy a discutir si Kurtwell tiene razón. Da igual para el caso que viene a cuento aquí. Sin embargo, sí que me gustaría poner un poco el acento sobre lo que Kurtwell propone y que Soma sigue: ¿por qué se considera siempre que el cuerpo es un límite para una supuesta mente, consciencia o el yo?

Cartesianismo y dualidad mente-cuerpo

El desapego por lo corpóreo, como dije en la primera parte, tiene demasiados años, pero posiblemente será el Filosósofo y matemático (y más cosas) francés René Descartes el que pondrá contra las cuerdas a los materialistas con su diferencia rotunda entre cuerpo y mente. Mientras que el cuerpo es una máquina (la res extensa) lo que somos se considera como una “cosa que piensa” (res cogitans). Según esto podemos pensar que esa cosa que piensa podría llegar a habitar en el vacío o en cualquier otra carcasa porque es lo único que debería quedar inmutable pese a los cambios que suframos en nuestros estados corpóreos. En fin, el argumento está simplificado, pero resume el trasfondo cartesiano.

Sin embargo, todas las propuestas del siglo xx en la filosofía de la mente, aunque aún discutiendo la división metafísica entre mente y cuerpo, se han volcado en difuminar esta frontera como ficticia y proponen algo mucho más radical: que no seríamos lo que somos sin nuestro cuerpo pues, entre otras cosas, la emergencia de la consciencia es producto de la interacción única entre un cuerpo con unas (digamos) especificaciones técnicas de acceso a la información que difieren considerablemente de las de otros organismos, y un entorno que debe tener condición de existencia (para los cartesianos se puede ser sin entorno). Tal vez eso sea lo único esencial y no la mente-como-sustancia, que todos los humanos compartimos cierta forma de organizar la información del entorno que propicia la emergencia de la consciencia. Sea como fuere, la relevancia del cuerpo se vuelve algo notable en todas estas perspectivas. Al respecto, el recientemente fallecido Hillary Putnam levanta toda sus propuestas sobre epistemología sobre la base de la condición de un mundo externo. Pero otros van más allá: el enactivismo propone que la cognición solo tiene sentido en las interacciones entre mundo y organismo, y además, es un motor generador de sentido en las acciones de los cuerpos.

Soma antihype y el transhumanismo 3En los albores del siglo xx, Jakob von Uexüll ya propuso que cada especie tiene un umwelt, el modo único en que interpreta el mundo. Su planteamiento hace hincapié en la necesidad de que exista un cuerpo para la organización cognitiva de la realidad. Pero va más allá, no existe cognición sin cuerpo y si el cuerpo se modifica, o se pudiera cambiar, la cognición sería completamente distinta y, por tanto, afectaría a la experiencia de la consciencia. Esto deviene en que no hay una división entre cuerpo y mente. Son solo conceptos para diferenciar aspectos diversos de la cognición de los seres vivos. De esta forma, reducir los aspectos del ser humano a uno solo (sea la consciencia, la cognición, el pensamiento, etc.) olvida que la red que somos incluye otros aspectos que van más allá de la mente. Tampoco pretendo caer en un radicalismo como el de Daniel Denett en el que propone que la consciencia es una ilusión narrativa, pero sí que me adhiero considerablemente a las hipótesis que consideran indispensable un cuerpo para poder ser. En este sentido, el externalismo de Putnam me parece más adecuado y convincente que el “yo cartesiano”, incluso aunque Putnam utilizase su ejemplo del «cerebro en la cubeta» como continuación del edificio racionalista en contra del escepticismo.

La inmortalidad es cosa de bites

El problema de Kurtzwell reside en la posibilidad o no de trasferir los supuestos datos que hipotéticamente configuran la experiencia de la consciencia (demasiados condicionales…) y reducen lo que es ser humano a una sola propiedad, la del pensamiento. Soma realiza un ejercicio parecido, que es interesantísimo, puesto que nos pone sobre la mesa la reflexión de qué nos hace humanos, pero presenta las mismas dificultades filosóficas y reduce lo que es ser humano a la conciencia, ya que el cuerpo es solo una jaula que no nos permite escapar del abismo de la muerte.

De otra forma, puede que vivamos en Matrix y que toda nuestra experiencia sea producto de un mal viaje porque somos una especie de cerebro en una cubeta. Pero incluso aunque seamos eso y toda la realidad sean estímulos eléctricos de una máquina, necesitamos algún tipo de soporte (en ese caso el cerebro y la cubeta), la sustancia no vive en el vacío. En ese sentido, las esperanzas del transhumanismo místico están puestas en que aunque sea necesario el soporte, este no influye en la experiencia de la consciencia, o si lo hace, la incidencia en nuestro yo es poco relevante. Mi idea sobre la existencia es opuesta: es el cuerpo, en el que se incluye el cerebro como sistema de sistemas fundamental para el pensamiento, el que da forma a la mente (que es otro sistema más del cuerpo con sus características únicas). Por eso creo que la trasmisión del cuerpo a un dispositivo tecnológico forma parte de las promesas de la religión, aunque, como cualquier argumento lógico que se siga coherentemente, pueda ser efectivo y suceder. Pero en caso de que pudiera ser posible, dudo mucho que la identidad, o cómo organizamos la experiencia de la conciencia, tuviese un impacto sustancial en la identidad. El cuerpo no es una jaula de la mente, en este sentido, es una parte más del organismo que perece con el cuerpo. No son sustancias diferentes que conviven durante un tiempo.

Sea como fuere, son necesarios juegos como Soma, no solo porque plantea preguntas (a sí mismo y a los jugadores), ni porque son síntoma de esta adolescencia del videojuego que vivimos, sino porque Soma es un buen juego, simplemente. Y además sabe aunar dos dimensiones que van más allá del producto de entretenimiento: enseña y divierte. El guión es una delicia que incluso a los anticartesianos como yo (aunque Descartes es mi filósofo de cabecera) nos hace volver a replantearnos ciertas cuestiones sobre sustancias pensantes y qué relación tiene con lo que somos. Que vuelvan pronto Frictional Games. Estaré esperando en cuerpo y alma.

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Acerca de Alberto Murcia

Doctor en Humanidades por la Universidad Carlos III y tecnófilo. Dedico parte de mi tiempo a escribir sobre videojuegos en esta casa tan acogedora. También colaboro en El Estado Mental, Irispress, Zehngames, Deus Ex Machina y Anaitgames

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