El sentido de la crítica (de videojuegos), parte I El mito de la objetividad (1 de 2)

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Si usamos “imaginar” de forma intuitiva como “formar imágenes en la mente”, existen objetos que escapan a la imaginación (aunque esta manera de describir “imaginar” es muy cuestionable y bastante incorrecta; sería más adecuado decir representar, así no tendrían que ser necesariamente imágenes, porque de lo contrario un ciego, en este sentido, sería incapaz de imaginar). Por ejemplo, un Chilágono, una figura geométrica de mil lados, no se puede representar mentalmente como imagen. Sin embargo, el Chilágono no escapa a la razón: podemos conocer las reglas matemáticas que rigen la construcción, la medida de sus ángulos o el volumen de esta figura. En cambio, un círculo que sea un cuadrado no solo es inimaginable, escapa a la razón. Dicho esto, cuando a un crítico (de videojuegos) se le dice que debe ser objetivo, ¿qué se le está pidiendo? ¿que razone un Chilágono o que represente un círculo-cuadrado? De otra forma, ¿se le pide hacer un encaje de bolillos posible o se le interpela para que logre conseguir una figura imposible?

Podemos llamar mito de la objetividad a dos ideas generalizadas que se contraponen: (1) el crítico como científico: Los objetos culturales pueden ser descritos de forma objetiva, así el crítico puede posicionarse “desde fuera” como lo hace el científico; (2) el crítico como opinador: la crítica de objetos culturales solo puede ser subjetiva, pues las experiencias estéticas son experiencias personales y únicas. Aunque no lo crean, casi todos aceptamos de manera simultánea (1) y (2) sin contradicción aparente, cuando, en realidad, se trata de una paradoja insalvable. ¿Estamos todos locos? ¿no será que existe un enorme malentendido sobre cuál es el papel del crítico? ¿o solo se trata de un error en el uso de los conceptos?

objetividad anthiype 2Acabó hace bien poco el 2015. Como suele suceder al final de año llegan las listas de lo mejor de lo mejor. Es el momento en el que la crítica especializada debe reflexionar sobre lo que ha estado probando durante todo este tiempo y valorar lo que considera más destacable. Para eso se elabora una lista: para señalar con tinta indeleble lo que es merecedor de ser recordado de tal o cual año. Este ejercicio resulta siempre polémico y conflictivo: posiciona a las publicaciones sobre unos determinados productos (incluso, a veces, es expresión de su línea editorial) y permite a los lectores enfadarse o regodearse según esas listas se ajusten a sus opiniones o no. Sin embargo, estas cuestiones son poco o nada importantes para lo que voy a comentar. Me gustaría poner el énfasis solo en una idea que trasciende a los Goty o cualquier lista: el argumento de que toda crítica es subjetiva y por tanto, irrelevante dada su carácter personal. Cabe aclarar, para empezar, que de todos los aspectos de la crítica (de videojuegos) me centro en lo que se ha llamado análisis, esto es la crítica centrada en un objeto cultural concreto. Volvamos al principio.

No se puede pensar, en los términos con los que presentábamos el texto, que lo subjetivo y lo objetivo pueden conciliarse. Al menos, es imposible si aplicamos con rigor una terminología seria. Cuando uno va al colegio y le piden hacer una redacción, el alumno, si es un novato en estas cosas, tiende a pensar algo parecido a: Debo describir las cosas como son y luego decir cómo me parecen a mí. De esta manera lo habitual es levantar la mano y preguntar al profesor la coletilla más utilizada desde el principio de la escolarización: Le cuento lo que es pero “lo digo con mis propias palabras”. Esas “propias palabras” (que ya de por sí es un sinsentido, dado que las palabras ni son propias ni ajenas) es lo que las personas suelen identificar con lo subjetivo. ¿Qué quiere decirse con esto? Que de algún modo la experiencia va a ser filtrada por la subjetividad de una persona (“sus palabras”); algo así como dar su opinión, pero que, mientras tanto, en algún lugar del universo, existe una descripción que no necesita ser filtrada, esto es, pura y auténtica: objetiva. Pues bien, considero que si partimos de esta premisa, estamos ante un serio problema para todos, el lector, el editor, el desarrollador y, sobre todo, la propia crítica (de videojuegos).

Aclaro, antes de continuar, que habrá más de una imprecisión en las descripciones de objetivo y subjetivo que voy a realizar. Entre otras cosas, y es el fondo de este texto, porque la barrera entre ambas expresiones, semántica y pragmática es mucho más porosa y difícil de situar de lo que la gente habitualmente piensa. Pero, añado, que no es el fin último del artículo dar con una solución al problema de lo “objetivo”, sino plantear la pregunta de cuál es el papel del crítico ante las insistentes demandas sobre que la crítica debe ser objetiva. La respuesta, claro, es tentativa.

objetividad anthiype escher 1Si al final, como se dice, toda crítica se reduce a los subjetivo, esto es, a tener una opinión, y todo el mundo tiene opinión, entonces los críticos solo son personas que opinan que por una razón u otra han tenido la suerte de que un medio les de voz. Opinadores profesionales. En cierta medida este razonamiento es correcto, al menos en tanto que al crítico es por esto que se le exige algo más de que solo tenga una opinión. Debido a esta exigencia, el crítico tiende a utilizar innecesariamente una retórica de la disculpa cuando considera que está traspasando las fronteras de lo objetivo. Cuando el crítico use mal esta apelación a la magnanimidad del lector debería recordar que su declaración ante el lector es el equivalente a levantar la mano en clase y decir: “profe, pero ¿lo explico con mis propias palabras?” Una cosa es no tomar por tonto al lector, cosa bastante adecuada, y otra recordarle que vas a ser un poco menos objetivo de lo que deberías, pues trasmite la idea de que, de una forma u otra, o bien todo es opinión o todo es conocimiento.

No es otra cosa que seguir la senda de la vieja discusión entre lo que es la mera opinión (doxa) y el poseer conocimiento (episteme). Al crítico se le supone un experto del campo que trabaja. Significa esto que adquirió una episteme adecuada que le aleja de la simple doxa del usuario que transita el medio. Cómo la adquirió se le presupone: juega mucho, fue a la facultad de periodismo y comprendió lo que significa la objetividad pura, tiene el don de ver las cosas como son en realidad, etc. Cualquier respuesta a cómo es que sabe no resuelve nada, pues no todas las epistemes parecen adecuadas según de qué o de quién se trate.

Por ejemplo, sobre la idea de que saber mucho sobre videojuegos me hará ser mejor crítico. Bueno, parece que no me va a perjudicar pero es claramente insuficiente. Saber de algo no implica ser más objetivo. De hecho, son dos cosas que poco o nada tienen que ver. El símil con un área del conocimiento muy dada a la interpretación, como la Historia, puede ayudar en esto: el manejar muchas fuentes fiables que me abren la puerta del conocimiento de cómo sucedieron ciertas cosas del pasado no me habilita necesariamente para publicar algo que articule de forma comprensible o adecuada esos conocimientos. De otra manera, que conozca qué sucedió en el 1942 no me garantiza que esté siendo un buen historiador: se necesita un método. Pero claro, ¿cuál es el método de la crítica?

Por otra parte, cuando se indica que lo que hace un crítico sobre un objeto cultural determinado es “opinión” se comete un error. Un periódico serio (desconozco ya si queda alguno, me parece que sí pero lo tendría que mirar) coloca su sección de opinión no para la crítica (en el sentido de valorar un objeto cultural), si no para distinguirlo de lo que es, por ejemplo, una crónica, un breve u otros formatos que se rigen por valores diferentes al de la opinión, porque los que opinan no utilizan un método (que sepamos) para analizar un aspecto de la realidad o, que es lo más habitual, esa parte de la realidad no admite un método adecuado más allá del rigor y la retórica. De esta forma, la opinión política no admite un método mientras que, en apariencia, las películas sí. Pero luego aparece Carlos Boyero y al leer su crítica sobre Star Wars VII tenemos la sensación de que eso debe ser opinión, por su escaso o nulo valor. ¿Qué sucedió ahí? Me da la sensación de que lo que pasa es que estamos confundiendo objetividad con imparcialidad y subjetividad con parcialidad. Carlos Boyero no podía hacer una crítica adecuada de Star Wars VII, entre otras cosas, porque estaba siendo parcial.

En la siguiente parte profundizaré sobre lo objetivo, lo subjetivo, lo parcial y lo imparcial. Además se lanzarán un par de cuestiones sobre cuál es el papel del crítico. Manténganse a la espera.

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Acerca de Alberto Murcia

Doctor en Humanidades por la Universidad Carlos III y tecnófilo. Dedico parte de mi tiempo a escribir sobre videojuegos en esta casa tan acogedora. También colaboro en El Estado Mental, Irispress, Zehngames, Deus Ex Machina y Anaitgames

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