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Como la gran y desgraciadamente extinta Gamerah hacía en su momento, imaginemos cómo es el día a día de los desarrolladores del Saints Row 4: Gat out of hell.
Era una noche oscura. Unos amigos y yo habíamos ido a ver a otro colega a su casa. Él nos recibió en batín y playeros de skater. Nos dijo que nos sentáramos y tomáramos algo de la cocina mientras él preparaba “lo nuestro”.
20 minutos después salimos de su casa. Fuimos a la oficina. Era tarde y no había nadie más. Nos parecía un sitio perfecto para hacer una cata de los productos que habíamos adquirido. “No lo toméis todo, es muy potente”, nos advirtió. Yo y mi supuesto “alto nivel de tolerancia” para este tipo de cosas no le hicimos caso.La oficina era un sitio estupendo. Muchos ordenadores, consolas, devkits…Pero en esta ocasión se nos ocurrió ir a la sala de captura de movimiento. Siempre estaba ocupada con alguna mierda del próximo trabajo que hay que entregar y no nos dejan ir a jugar. Pero esa noche era toda para nosotros.
Ya podía sentir los efectos de la droga cuando me acabé de poner el traje y los puñeteros puntitos en la cara. “Así será más realista” me comentaba uno de mis compañeros, uno de los técnicos encargados de manejar el cotarro.
No me acuerdo de mucho más de esa noche. Salvo que no nos despidieron ni a mí ni a ninguno de los que aquella noche perpetramos el destrozo de varios equipos carísimos en un fiestón digno de los 80 y nos encargaron terminar esa idea que decidimos llamar Gat out of hell.
Esto que he escrito ahora mismo es una historia que perfectamente podría haber sido verdad. Unos amigos, un poco de sustancia de la diversión y juguetes locos para desarrollar videojuegos. Este spin-off de la cuarta entrega de Saints Row va directamente hacia la locura, hacia el desfase, hacia el más loco todavía. La sucesión de historias que te cuentan es demencial. Cada una más que la anterior. Y eso que partimos de la base -esto que os voy a contar no es spoiler, eh? No os pongáis puñeteros- que el Presidente de EEUU es secuestrado por Satanás al ser el humano más chiflado, sanguinario, gamberro y desfasado de la historia de la humanidad. Y claro, piensa Satán, ¿quién quiere casarse con mi hija?
Obviamente, los colegas no lo pueden permitir. Y se van al mismo infierno de aventuras a rescatarle de algo que suena peor que el matrimonio. Un matrimonio con un demonio por toda la eternidad -sudor frío, eh?-.
Con estas bases, nada podía ir a mejor. Sólo a peor. Encontrarte a un Shakespeare de vuelta de todo en un garito como Dj poniendo música muy chunga -tenían que haberme llevado a mi- es un ejemplo de todo esto. Pero la cosa no queda ahí, porque de buenas a primeras, sin necesidad, ni un porqué, te dan unas alas para que puedas ir volando por el infierno. Las posibilidades de liarla se multiplican. Sobre todo cuándo te das cuenta de que alguna manera acabas trabajando para un tipo que es, para los desarrolladores, aún peor que el propio Satán, un especulador inmobiliario.
Y es que este Gat out The hell va de liarla, aún más y aún mejor que en un Saint Row normal. Porque los policías son demonios a quienes matar sin piedad, los ciudadanos son almas en pena, todas iguales, que si matas te dan puntos -hola? Carmaggedon?-. Porque todo el diseño de niveles, de juego, de ciudad está pensado para que la líes. Para que te olvides del porqué estás en el infierno y dejes correr todo el torrente de tontunas que se te puedan ocurrir.
En esto las armas contribuyen. No son tan locas y/o graciosas como las de Shadows of the Damned , aquí el amigo SUDA 51 tiene mucho que decir en cuanto a demencia, pero cumplen su papel. Y ayudan a que la escalada de locura continúe. Básicamente, para los fans del GTAV, es como jugar constantemente con Trevor.
Y a pesar de todas estas mimbres, a mí el juego me ha resultado aburrido, plano, con un diseño de misiones no especialmente inspirado. Una infinidad de misiones secundarias sin más sentido que el alargar el número de horas de juego. El infierno no es tan grande, ni tan guay, ni muchísimo menos tancreíble como para pasarte mucho rato en él. A la tercera o cuarta vez que la líes gordísima, ya todo se queda muy descafeinado. Y no creo que los diseñadores se hayan planteado este mapeado como otra cosa que no sea un parque de aventuras gigante. Desgraciadamente el nivel de la broma que es el juego, no es tan bueno como para ocultar sus defectos jugables.
Es un juego que ni quiere, ni pretende, ni aspira al GOTY. Aspira a que el jugador, cual bebé, tenga su cuna con un montón de juguetes grandes, ruidosos y que emiten muchas lucecitas, para que hasta que tengas hambre, o sed, estés entretenido flipando con el muñeco de goma que, mira, mira lo que hace!. Es un producto agradecido ya que su duración no es excesivamente larga y es un buen acompañamiento para la re-edición del Saints Row IV que recientemente acaba de salir para las consolas de nueva generación. Pero pasará sin pena ni gloria en un año que se espera plagado de grandes lanzamientos.
Pasen y jueguen, es barato, te dice el juego. Háganlo, tampoco tienen mucho tiempo que perder, les digo yo.
