El gol de Abreu Fifa 15 – Crítica

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Sería fácil decir que lo recuerdo como si fuera ayer, pero la verdad es que la memoria que conservo de mi primera visita a un estadio de fútbol no pasa de unos cuantos detalles borrosos. Fue un RacingReal Madrid, en El Sardinero, y aunque un rápido vistazo a google me indica que perdimos cero a tres, la verdad es que del partido en sí poco podría contar. Lo que sí recuerdo son las gradas, el olor a puro, y comerme un bocadillo de chorizo mientras veía como uno de los visitantes, con aire despreocupado, daba toques a una pelotita de papel de aluminio durante el calentamiento, sin dejarla caer. Un señor orondo, sentado a mi lado, no paraba de hablar de «el rubio de oro», y de como aquel chaval procedente del Estrella Roja había costado una auténtica barbaridad de dinero.

A todo el mundo aquello parecía resultarle una cosa importantísima, y en especial a mi padre. El hombre no paraba de hablar de estadísticas y de millones de pesetas, intentando contagiarme su entusiasmo porque un señor yugoslavo que no conocía de nada estuviera de visita en una ciudad de provincias. Con el tiempo lo consiguió, y al pasar los años, cuando ya recitaba de carrerilla la alineación del Atlético de Madrid mientras él fingía enterarse de algo, comencé a confirmar mis sospechas: a mi padre no le gustaba demasiado el fútbol.

Desde entonces siempre he sospechado que mi padre, en un gesto de una ternura infinita, ha fingido durante años un genuino interés por fichajes, tácticas y alineaciones únicamente para poder compartirlo conmigo. Por caminar juntos hacia el estadio, y comer bocadillos de chorizo. De hecho, creo que continúa haciéndolo. Por eso, una de mis mayores frustraciones en mi vida como jugador ha sido siempre no poder devolverle el favor, llevarlo todo un paso más allá, y sentarme con él a jugar unas partidas a Fifa mientras nos bebemos unas cervezas. Desgraciadamente, para una persona que no ha cogido un mando en su vida, superar la barrera del complejísimo sistema de control de un simulador de futbol moderno es una tarea casi imposible. El fútbol puede ser un deporte universal, pero los juegos de fútbol desde luego distan mucho de serlo.

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Sin embargo, resulta un ejercicio interesante ponerse a jugar en compañía de gente menos acostumbrada que uno a todo esto de los videojuegos. Sin el bagaje acumulado a lo largo de años y años de experiencia, sin conocimiento alguno de las convenciones que implica el lenguaje del videojuego, muchas veces aprecian cosas en las que nosotros no repararíamos jamás. Como los niños, o los borrachos.

En el caso de Fifa, de los simuladores de fútbol, o de los juegos deportivos en general, una de las preguntas estrella es siempre la misma, generalmente precedida de que amenacemos de muerte a nuestro mediocentro por no achicar espacios o por fallar desde cuarenta metros . Si el que está jugando eres tú, pero estás manejando a Cristiano, ¿quién está jugando realmente?. Como en la empresa media española, los éxitos son  mérito del rey, y el fracaso culpa de los peones. Qué bueno soy, qué malo eres, Alexis.

Y esto es así porque, en el fondo, todos los juegos deportivos modernos son realmente una doble simulación. No somos nosotros quienes simulamos jugar al fútbol. Simulamos encarnar a un jugador concreto, una reducción a números y estadísticas de su equivalente real, inmerso en la simulación de un partido de fútbol. Bajo todo esto, bajo la representación del propio partido, del motor de física, de la trayectoria de un pase al hueco o de la propia persona digital del futbolista, no hay más que números, matemáticas, como en una versión incalculablemente más cara del juego de rol clásico de «entráis en una posada». Pero, a diferencia de estos, el jugador no puede ver como caen los dados.

antihype fifa 15 portero alphaPor eso es tan importante el apartado técnico en un género que, por definición, tiene que lidiar con exigencias a la hora de representar el movimiento, el contacto, las inercias, y cientos de factores más impensables, por ejemplo, en un shooter, o un juego de rol. Necesitamos un feedback visual, una traducción de la matemática en acciones concretas sobre el campo suficientemente satisfactoria para no romper la ilusión y evitar al mayor enemigo tradicional de los simuladores deportivos: la frustración.

Una frustración que acecha como a ningún otro al género responsable del mayor porcentaje de sospechas sobre mandos mal calibrados y vecinos aficionados al p2p. A fin de cuentas, a diferencia de las epopeyas épicas sobre dragones o los cuentos de marcianos, aquí estamos en un terreno conocido. Porque ninguno hemos disparado un arma en la puta vida, pero todos podríamos ser seleccionador nacional. Es mucho más sencillo hacernos sentir estafados.

Y aquí radica la gran victoria de este Fifa 15. Donde los juegos de rol tradicionales solventan su traspaso a la pantalla con cientos de estadísticas explícitas, Fifa se apoya en el mejor motor de física que haya bendecido la serie jamás, culminando así el camino que se iniciara en Fifa 12 con la primera versión del Impact Engine.

Ahora más que nunca, las animaciones provenientes de la captura de movimiento se interpolan de manera constante y perfecta con las calculadas por el motor de impacto, resultando en un abanico de acciones aparentemente infinito. Los puntos de daño que acentuaban cada impacto de bala en Destiny son aquí caídas, trastabilles, dudas a la hora de iniciar la arrancada y pequeños pasitos al terminarla. Los jugadores tienen peso específico, los choques se sienten duros – son frecuentes las faltas por contacto, por no saber medir una carga, sin necesidad de irse al suelo -, y pese a que el juego vuelve a premiar la velocidad por encima de cualquier otra estadística, un hijoputa enorme es un hijoputa enorme.

La sensación resultante de todo este despliegue técnico, es que todo tiene un porqué. Atrás quedaron los remates de cabeza perfectamente medidos que resultan en una anémica parábola dos metros por encima del larguero. Si salimos desequilibrados de un choque, o el balón se nos echa encima sin tiempo de armar la pierna, y conseguimos un hermoso home run a puerta vacía, tenemos una justificación visual precisa de por qué ha sucedido así. En ningún momento sentimos que el juego nos está robando la cartera: todo se siente más justo.

Además del estímulo visual, de la suspensión de la incredulidad, el otro gran beneficiario de la depuración del sistema de físicas bien podría ser el santo grial que la serie lleva buscando desde sus inicios: la aleatoriedad. El principal fallo de Fifa 14, esas costuras que quedaban a la vista tras cientos de partidos y que permitían explotar los carriles invisibles del juego, echar un vistazo tras la pantalla del dungeon master para saber exactamente desde qué punto centrar y con qué ángulo armar el tiro de calidad para conseguir un resultado inalterable, cae aquí víctima de la imprevisibilidad del sistema. Y a esto ayudan en gran medida los porteros, una de las principales novedades de un Fifa que, como en los simuladores de gestión futbolística, repara en apuntalar esa demarcación solo cuando el resto del entramado ya funciona como un reloj.

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Es completamente cierto, como están señalando todos los análisis, que son capaces de lo mejor y de lo peor. Cualquier guardameta, independientemente de sus stats, puede coronar una actuación de sobresaliente con una cantada digna de los libros de historia, y probablemente la cotización de los vídeos recopilatorios en youtube alcance máximos históricos. Y no podrían ser mejores noticias. Porque no hay nada más frustrante que encarar el uno contra uno desde un determinado ángulo, desde una determinada posición, y saber que no, que desde ahí no entra nunca. Porque esas cosas pasan. Que se lo pregunten a Zubizarreta.

Con la mecánica básica superada y la fórmula refinada hasta el extremo, es de agradecer que el juego sepa encontrar tiempo para recrearse en los pequeños detalles. El más comentado, o el que más llama la atención en un principio, es el desgaste progresivo del terreno de juego, algo que suena a pamplina para hacer bulto y al enésimo cuento de la buena pipa de los listados de novedades anuales de Fifa pero que tiene un sorprendente impacto sobre la experiencia final. Podíamos vivir sin ello, qué duda cabe, pero volver hoy a esos tapetes de billar inmaculados de anteriores ediciones se antoja plano y ramplón. Qué demonios, también nos arreglábamos sin teléfonos móviles. Por fortuna, la cosa no acaba ahí, y detalles como los renovados efectos de sonido al impactar contra postes o largueros – algo sorprendentemente frecuente en esta edición, por otro lado -, el ojo de halcón para determinar los goles dudosos, o el bamboleo de los banderines de córner aportan su granito de arena al realismo y prolongan la sensación de descubrir cosas nuevas mas allá del primer par de partidos.

Muchos de estos pequeños detalles, además, se centran en la inteligencia artificial. No será raro, por ejemplo, ver a los defensas recriminándose entre ellos tras desantender un marcaje, o tener que lidiar con auténticos hijos de Mourinho protegiendo el balón en el córner de la portería rival para apurar un marcador favorable. Y resulta de agradecer el esfuerzo invertido en este terreno, el de la IA, sin duda un valor hoy por hoy en caída libre que muchos jugadores ni siquiera llegarán a experimentar una sola vez a lo largo del ciclo de vida del juego, centrados desde el primer día en las temporadas online del modo Ultimate Team.

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Un modo Ultimate Team que se erige esta vez más que nunca como protagonista último de la función, y quizá, por que no decirlo, en su gran talón de Aquiles. Suyas son las novedades más publicitadas de esta entrega, como el sistema de cesiones, que nos permitirá poner a prueba a lo largo de unos cuantos partidos a nuestro objeto de deseo antes de dejarnos los ahorros en comprobar que era un Karembeu de la vida, o las plantillas conceptuales, que nuevamente nos permitirán planificar nuestro gasto construyendo un album de cromos virtual donde planificar como fundirnos nuestros ahorros reales en cromos, nuevamente, virtuales. Desde la propia configuración de los menús iniciales, con una estudiadísima disposición de la cuadrícula que incluso reserva espacios para nuevas tiradas de sobres o equipos de la semana, se hace evidente la intención de Electronic Arts de ir arrinconando el resto de modalidades de juego hacia un protagonismo absoluto de la que le genera ingresos extra. Había espacio, qué duda cabe, para incorporar novedades en este terreno, como el propio FUT lo fué en su día, pero quedan relegadas a un tímido portal de actualidad futbolística, y poco más.

Una vez dentro, la formula sigue funcionando como el primer día, y los viejos mecanismos de la adicción siguen haciendo su trabajo igual de eficientemente, porque cambiar cromos en el patio del colegio es más antiguo que el propio fútbol. Pero pronto surgen los problemas.

El primero viene de sus inexplicables -es un decir- concesiones al modelo de negocio del free to play. Hablamos, por ejemplo, del sistema de contratos, una molestia perpétua que no aporta absolutamente nada a la jugabilidad, pero que garantiza un flujo constante de ingresos, al estar basado en artículos consumibles: tarde o temprano, alguien tendrá que comprar nuevos sobres para que la rueda siga girando. De la misma manera funcionan las lesiones, que pese a poder solventarse reservando al jugador un par de partidos, son incomparablemente más frecuentes en la edición de este año. Resulta difícil no ver una intencionalidad.

El segundo de los problemas derivados de la predominancia de este modo es, por desgracia, más grave. De nuevo, la propia naturaleza estadística del juego hace su aparición, y esta vez es para acentuar los pocos defectos planteados por su propuesta en el campo. En una aterradora, por lo certera, aplicación práctica de la teoría de la mano invisible¹, la casa de subastas vuelve a mostrar una tendencia inexorable hacia la explotación de estos puntos débiles, con jugadores mediocres con altos stats de velocidad alcanzando precios astronómicos y constructores de juego de clase mundial relegados al cajón de los artículos con tara. Sobre el campo, esto se traduce en una primacía absoluta del contraataque a cualquier precio, del patadón sin sentido buscando el desborde en velocidad. Fuera de Ultimate Team, Fifa 15 ha aumentado el ritmo de juego un par de escalones, ha abandonado La Liga y se ha buscado un lugar un poco más cerca de la Premier, cuestión de gustos. Dentro, ha pisado el acelerador a fondo en una carrera suicida hacia el Catennacio de la peor especie, convirtiendo la gran mayoría de los encuentros en un correcalles sin sentido que torpedea sin piedad los sólidos cimientos planteados por la edición de este año y hace de la fidelidad al juego de toque una cuestión de principios. De nuevo, la realidad demuestra al señor Smith que el libre mercado jamás busca el bien común.

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En resumen, y por muy adictiva que pueda resultar su propuesta principal, Fifa es más Fifa fuera de Ultimate Team. Por eso resulta una lástima terrible su persistencia en arrinconar el resto de la experiencia y convertir el intento de disfrutar de sus innumerables virtudes en una cuestión de militancia. Porque ha hecho lo más difícil, que es triunfar sobre el campo, basándose en una proeza tecnológica de primer nivel para conseguir la simulación del deporte rey más real hasta la fecha, y ha vuelto a fallar no sabiendo traducirla a su modalidad estrella, o no sabiendo dar espacio suficiente para disfrutarla fuera de ella. Ha llevado el balón hasta el área, sorteando a toda la defensa, para fallar a puerta vacía. Hay a quien algo así le ha marcado de por vida. Que se lo pregunten a Abreu.

Y para el final, como nó, queda la pregunta estrella. La hora de medirse contra su máximo rival, el derby particular de Fifa 15, que en el estado actual de las cosas no se juega contra Pro Evolution Soccer, sino contra Fifa 14. Fifa 15 es un simulador enorme, el mejor hasta la fecha, y un grandísimo juego, eso no lo duda nadie. Pero las cosas se ponen rocosas a la hora de determinar si el salto es suficiente para justificar de nuevo el precio de entrada. Los que nos sigáis desde hace tiempo sabréis que no somos muy amigos de las guías de compra, aunque entendemos que la posición de juzgar un Fifa por sus propios méritos y no como una pieza más en la línea de montaje pueda considerarse algo radical. Con todo, es de justicia intentar caminar una milla en los zapatos de Electronic Arts antes de aventurarse a emitir un veredicto.

Fifa hoy en día es algo que ha trascendido el fútbol, y pese a buscar simularlo, es prácticamente un deporte en si mismo. Un deporte con sus propias reglas, su propio ritmo e intensidad, y resulta extremadamente difícil encontrar el equilibrio entre añadir ingredientes a la mezcla porque toca y a la vez no alterar su sabor. Es muy difícil perfeccionar lo perfecto. Fifa 15 es continuista, qué duda cabe. Es la culminación de una forma de hacer las cosas que, ante la carencia de huecos enormes que rellenar, busca dar un gran salto tomando impulso con muchos pasos pequeños. A mi me alegra que esto sea así. Porque si algo nos ha enseñado el fútbol, es que a largo plazo es preferible ser fiel a una filosofía que buscar titulares todos los veranos deshaciéndote de los juguetes de los que ya te has aburrido para comprar otros más caros. Que se lo pregunten a Florentino Pérez. O a Prosinečki.

 

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1- Teoría formulada por el filósofo y economista Adam Smith en 1759, según la cual el mercado, libre de los mecanismos de control estatal, posee la capacidad de autorregularse.

Acerca de Enrique Alonso

Nintendero en el exilio y faro de la moral de occidente. Adicto al PSG y a las Lays Gourmet de corte fino. En bañador gano mucho.

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Un comentario

  1. Underthemammoth

    Sinceramente poca aleatoriedad veo en este Fifa 15, por lo menos en el de PS4.
    Porteros a los que la mayoría de goles se les meten por el centro, CPU que te marca cuando quiere (sea cual sea el equipo que maneje y tras una jugada digna de Oliver y Benji), rechaces que van a los pies de los jugadores contrarios, compañeros de equipo que se apartan cuando les va a llegar tu pase, cambio de jugador que el 90% de las veces no selecciona al que quieres y defender que parece más un NHL que un Fifa, para mi hacen que este juego sea una gran decepción en el plano jugable.
    Y en el modo carrera, que es el único que me interesa, otro gran chasco. Ninguna novedad y todos los fallos intactos.
    Después de probar la demo, que me encantó, me olvidé completamente de la alternativa a este juego… Pero sólo me hicieron falta 3 días para comprobar que fue un espejismo. A mi me da igual qué juego tener si lo disfruto, pero me da que disfrutaré más PES que este año tiene la oportunidad de hacerse con el trono.

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